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En Esperanto

Discurso del Tercer Congreso Universal

Pronunciado en Cambridge

el 12 de agosto de 1907

¡Queridos compañeros!

Conforme a la costumbre seguida hasta ahora, comienzo mi discurso por lo que me permite en nombre de todos los congresistas agradecer a la tierra que nos ha aceptado como anfitriona, y principalmente a nuestros compañeros británicos que, con mucho trabajo y gran preocupación, han preparado esta fiesta en que todos tomamos parte. Desde el momento en que nuestros amigos británicos nos invitaron a venir, todos nos convencimos de que nuestro congreso en su tierra tendría un significado especial y marcaría una época. Y no es difícil prever que nuestra esperanza no nos engañará, puesto que esto nos garantiza no sólo la conocida energía y generosidad de nuestros amigos británicos, sino también el carácter mismo de su país.

El hecho de realizar este congreso en una gloriosa ciudad universitaria de Gran Bretaña tiene un gran significado. Los contrarios a nuestra idea nos repiten constantemente que los pueblos anglófonos nunca se afiliarán a nuestra idea, pues no sólo sienten menos la necesidad de una lengua internacional, sino que para ellos el fortalecimiento de una lengua internacional es directamente poco útil, pues esa lengua competirá en el mundo ante todo con la lengua inglesa, que se propone ser internacional. Y no obstante ¡observen Vds. cómo se equivocan nuestros contrarios! Observen cómo los británicos se afilian en grupos, que no suelen aprender voluntariamente otras lenguas además de la suya propia. ¡Observen con qué amor han preparado nuestro y en qué gran número han aparecido para desearnos la bienvenida! Esto demuestra, ante todo, que los hombres han comenzado ya a comprender que la lengua internacional es útil no sólo para los pueblos débiles, sino también para los fuertes; pero esto demuestra también otra cosa mucho más importante: que las personas ven en el esperantismo no sólo un asunto de oportunidad egoísta, sino una idea importante de justicia y hermandad entre pueblos, y a esta idea quieren servir las personas nobles de cada pueblo por igual, tanto si se trata de un pueblo débil como si es fuerte, y tanto si la justicia interpopular les beneficia como si no. Sabemos que a la mayoría de nuestros colegas británicos les han conducido a nosotros la idea interna del esperantismo, y por tanto les expresamos nuestras gracias con mayor alegría. Los naturales de Cambridge nos aceptan hoy no como comerciantes que les traen ganancias, sino como apóstoles de una idea humanista que comprenden y les agrada; gracias de corazón a ellos, a la Gloriosa Universidad de Cambridge, que nos ha cedido su salón, gracias de corazón al Ayuntamiento de Cambridge, que se han preocupado de nuestro bienestar como buenos anfitriones. Os saludamos cordialmente, gran pueblo británico, respetuosamente saludamos a vuestro más alto representante, su Majestad Real. ¡Viva el Rey, que viva muchos años, Dios Salve al Rey!

¡Camaradas!

En el momento de la apertura de este nuestro tercer congreso, no podemos dejar de mencionar a los demasiados amigos que la muerte ha captado durante el año pasado; todos recuerdan que tras el Congreso de Ginebra supimos de la desgraciada muerte del Dr. Lloyd, presidente del Grupo de Liverpool. Perdimos también a dos eminentes amigos de nuestra causa, el glorioso científico Berthelot y el profesor Michael Foster, que esperaba acogernos en Cambridge. Finalmente, murió nuestro más querido compañero y amigo, que era el alma de nuestros congresos hasta ahora, el motor principal de nuestro último congreso en Ginebra, el fundador, soporte e inspirador de nuestro Comité Constante de Congresos. Todos Vds. saben de quién hablo. Nuestro amigo inolvidable Javal ya no existe. A Vds., amigos esperantistas de todos los países, y a Vds., nuestros huéspedes estimados que ven nuestra causa con simpatía, les propongo que honremos la memoria de nuestro meritorio compañero y de todos los esperantistas muertos, levantándonos de nuestros asientos.

¡Compañeros! Hace tres semanas se cumplieron exactamente veinte años del día en que apareció públicamente el primer libro sobre la lengua Esperanto. En todas pares del mundo los esperantistas festejaron ese día. Como fundador del Espernato, recibí en ese día muchos telegramas y cartas de felicitación. Como no tengo una cancillería, sino que tengo que hacer todo en mis horas libres, comprenderán fácilmente Vds. que no me es posible responder todas las expresiones de amistad recibidas, y se me perdonará con facilidad. Utilizo ahora la buena ocasión para expresar mis más sinceras gracias a todos los que me han enviado sus buenos deseos de amistad. Las enhorabuenas no pertenecen por supuesto a mi en persona, sino a todos los que luchan por el Esperanto, de los que soy sólo el punto central en que se concentran todas las felicitaciones para volver a saltar de ahí a todos los lugares del mundo, a todos los lugares en que viven y trabajan nuestros compañeros incansables. Llamo, como tácito representante de los esperantistas, a todos los que luchan por el Esperanto. ¡Os felicito! Os felicito porque con paciencia os habéis mantenido durante veinte años a pesar de todos los ataques y cosas desagradables que a ninguno han faltado. De corazón os felicito por los resultados que han dado vuestro trabajo enérgico y abnegado de dos décadas. ¡Veinte años de trabajo por el Esperanto! Lo que esto significa se comprenderá alguna vez en el futuro, cuando se lea la historia detallada del esperantismo. Qué gran importancia tiene lo que se ha conseguido hasta ahora, cosa que también se comprenderá sólo tras el estudio detallado de la historia de nuestros primeros años, cuando la adquisición de cada esperantista estaba ligado a un sinfín de trabajo y sacrificio.

Muchos de vosotros conocéis la historia de los últimos años del esperantismo, cuando la antiguas semillas latentes despertaban de su letargo y comenzaban a dar los primeros frutos, pero no muchos de vosotros conocéis la historia de los primeros años, que consistieron en la siembra interminable y aparentemente fracasada. La historia del esperantismo la contarán alguna vez esos sembradores.

Ahora nuestro asunto parece fuerte. Se ha conseguido romper la tabla fría de los prejuicios del mundo, y nuestra causa crece regular e imparablemente. Cada año aumentan nuestras fuerzas, y marchamos hacia nuestros fines con total tranquilidad. Cientos de miles de raíces y raicillas sustentan nuestro árbol, que ya no teme al viento. La naturaleza, que durante mucho tiempo luchó contra nosotros, ahora lucha a nuestro favor, porque esa misma fuerza de inercia, que durante mucho tiempo nos estorbó terriblemente nuestro paso, ahora nos impulsa hacia adelante. Incluso si quisiéramos detenernos, no podríamos.

Voy al verdadero tema del discurso de hoy. Quiero hablaros hoy sobre la esencia y finalidad de nuestros congresos. Pero para evitar todo malentendido, desde el mismo comienzo os aclaro que mi discurso no es algo oficial, que presenta simplemente mi opinión, que cualquiera de vosotros puede aprobar o no.

Los que se reuinieron en Cambridge Ya que hemos decidido reunirnos cada año desde todos los países del mundo y muchos de nosotros hacemos grandes sacrificios para poder participar en nuestros congresos, por eso debemos explicar porqué nos reunimos. Si somos conscientes en el futuro de la esencia y objetivo de nuestros congresos, vendremos a ellos siempre con un entusiasmo fresco y nunca decreciente, como personas que ven con claridad ante sí un objetivo hermoso al que se va; pero si no somos conscientes del objetivo de nuestros congresos, entonces pronto nos enfriaremos y seremos personas que vagan sin objetivo al que ir; y ese vagar pronto nos cansará y aburrirá. ¿Para qué, pues, nos reunimos? ¿Nos reunimos para hablar sobre cuestiones lingüísticas del Esperanto? ¡No! Esas cuestiones no pertenecen al congreso, sino exclusivamente al Comité Lingüístico, y para eso bastaría una reunión de los pertenecientes al Comité. ¿Nos reunimos para ejercitarnos en hablar en Esperanto? Para eso sólo no hace falta viajar al congreso, puesto que en nuestras ciudades de origen hay grupos en los que durante todo el año podemos ejercitarnos mucho, más que en unos cuantos días en el congreso, y por hablar unos cuantos días nadie haría semejante viaje. ¿Acaso viajamos para hacer manifestaciones y propaganda subsiguiente? ¡Naturalmente que sí! Pero ya que de cada cien congresistas hay noventa y nueve que obtienen del Esperanto sólo un provecho moral, ¿de qué hacemos propagada? No dudo que la mayoría de vosotros nos dará sólo una respuesta: hacemos manifestación y propaganda a favor del esperantismo no por cualquier utilidad, que todos nosotros podemos tener personalmente con él, sino por la enormemente importante significado que el esperantismo tiene para toda la humanidad, por el objetivo común para la humanidad que nosotros, los esperantistas, obtenemos del Esperanto; nos reunimos todos los años desde todas las partes del mundo para tener la alegría de ver a los compañeros, darles la mano, encender por medio del encuentro recíproco y la convivencia el amor y entusiasmo pro la idea que tiene en sí el esperantismo. Así como los antiguos hebreos tres veces al años se reunían en Jerusalén para mantener vivo en ellos el amor a la idea monoteísta, nosotros cada año nos reunimos en la capital de el País del Esperanto para mantener en nosotros el amor a la idea del esperantismo. Y esto es la principal esencia y el principal objetivo de nuestros congresos.

Porque el mundo siempre comprendió que el esperantismo está fuertemente ligado a cierta idea interna, y muchas personas no quisieron utilizar el Esperanto sólo por eso, porque no queríamos ser considerados como partisanos de la idea, por ello -para que la gran masa no se alejara por temor- nos vimos en la obligación de explicar en la Declaración de Boulogne que el simple esperantismo, es decir, el uso de la lengua Esperanto, no obliga a nadie a ser partidario de ésta o aquella idea, que todo esperantista queda, como persona, totalmente libre y que unos esperantistas no responden de las ideas de los otros esperantistas. Pero si el simple esperantismo práctico, es decir, el mero aprendizaje y utilización del Esperanto, no obliga a nadie a asumir ninguna idea, no obstante nadie puede dudar de que todos, o al menos la enorme mayoría de las personas que luchan por el Esperanto, están ligados por una idea común, que es todo el estímulo de su trabajo.

Cada esperantista particular puede tener sus convicciones o hacer lo que quiera, y nosotros no respondemos de sus convicciones ni de sus acciones, ni él de las nuestras. Puede ser el mayor egoísta, chauvinista, odiar a la humanidad o incluso el mayor de los criminales, y si se limita a utilizar el Esperanto, no podemos prohibirle llamarse esperantista. Pero siquiere venir al congreso del Esperanto, o si quiere asociarse a otra institución que lleve la bandera verde, entonces el asunto cambia. Entonces llega a una tierra que tiene sus leyes especiales, sus costumbres y principios especiales.

En Esperantolandia no sólo gobierna la lengua Esperanto, sino también la idea interna del esperantismo; en la tierra del Esperanto gobierna no sólo el esperantismo oficial general -gobierna también algo diferente, algo que hasta ahora no se ha formulado con precisión, pero que se ha sentido muy bien por todos los esperantistas-, ¡aquí gobierna la bandera verde!

¿Qué es la bandera verde? Si para el comerciante que utiliza el Esperanto sólo para vender sus mercaderías, o para el deportista que utiliza el Esperanto sólo para divertirse, nuestra bandera es un mero signo de nuestra lengua, una mera decoración tácita para nuestros congresos e instituciones, nosotros los que luchamos por el Esperanto vemos en nuestra bandera algo más: es para nosotros algo santo, es el signo bajo el que marchamos a la batalla pacífica, es la voz que constantemente nos recuerda que trabajamos por el Esperanto sólo porque esperamos que tarde o temprano, quizá después de muchos siglos,

Sobre una base de una lengua neutral,
comprendiéndose el uno al otro,
los pueblos harán de mutuo acuerdo
un gran círculo familiar.

Constantemente repetimos que no deseamos mezclarnos en la vida interna de las gentes, pero deseamos crear un puente que una a las gentes. La divisa de las ideas esperantistas, jamás formuladas con precisión hasta ahora, pero siempre sentida, es: deseamos crear una base neutral sobre la cual las diversas razas de la humanidad puedan comunicarse en paz y hermandad, sin imponerse recíprocamente las particularidades de sus razas.

Ésa, según mi opinión, es la divisa de la bandera verde, de esa hermosa y majestuosa bandera que nos convoca anualmente desde todas las partes del mundo en el nombre del más bello sueño de la humanidad. No ha llegado aún el momento de formular con precisión todos los detalles de la mencionada divisa ; se formulará por sí misma, poco a poco, mediante nuestra reunión y convivencia anuales. Quería simplemente llamar vuestra atención sobre el hecho de que nuestros congresos, realizados bajo el signo de la bandera verde, no son solamente congresos de la lengua Esperanto, sino también de la idea interna del esperantismo. Por consiguiente cada tema en que sintamos el espíritu de la bandera verde, todo lo que conduzca al rompimiento de los muros entre las gentes, pertenece a nuestro congreso.

A menudo habéis oído hablar de la neutralidad de nuestros congresos. Sí, neutralidad es el principio más importante de nuestros congresos, si se debe comprender bien el sentido de esa neutralidad. La neutralidad existe en todos los congresos internacionales; pero mientras que ahí la neutralidad es una simple cuestión de tacto, entre nosotros es el principio más importante, entre nosotros la neutralidad, o más exactamente la neutralidad en las relaciones entre razas es todo el contenido, el objetivo de nuestros trabajos. Por eso nosotros nunca debemos hablar en nuestros congresos de asuntos especialmente políticos que pertenecen a los diplomáticos, o sobre los asuntos especialmente religiosos, que pertenecen a los religiosos y filósofos -ya que la bandera verde nos prohíbe hacer algo que pueda ofender a este o a aquel pueblo o grupo religioso; pero todo aquello que sin ofender a nadie pueda crear un puente de paz entre los pueblos no sólo no debe ser evitado con timidez en nuestros congresos, sino que al contrario, debe ser exactamente la esencia de nuestros congresos, porque pertenece a la bandera verde.

Si recordamos las exigencias de la bandera verde, entonces ya no tendremos miedo de hablar y actuar, entonces iremos hacia nuestro objetivo consciente y valientemente, y nuestros congresos serán cada año más interesantes y más importantes para el mundo. La estrella verde dejará de ser un cobarde signo de silencio, se convertirá en un signo de trabajo.

Todo aquello que conduzca a romper los muros entre las gentes pertenece a nuestro congreso. Vastas y grandes son las relaciones entre las gentes y naciones, y vastos y numerosos son los temas que deberemos discutir. Así, pro ejemplo, al no tener la intención de mezclarnos en ninguna clase de sistema especial sobre este o aquel tema, podemos proponer en nuestros congresos internacionales un sistema para la oportunidad y neutralidad de las relaciones internacionales, como por ejemplo el sistema monetario internacional, el sistema horario, el calendario, etcétera, y entonces podremos comprobar si las propuestas son buenas o no, si no debemos decir que la discusión sobre esos proyectos son contrarios a nuestro programa. Quizá se nos propondrá también la preparación de fiestas interraciales, que tengan lugar paralelamente a las celebraciones de cada pueblo e iglesia, y que sirvan para ligar fraternalmente a los pueblos entre sí; se propondrán también otras cosas similares. NO ha llegado todavía el momento de hablar sobre todo con detalle; por lo tanto perdonadme que me limite a aludir sólo con breves palabras a lo que me gustaría tratar con vosotros mucho más; pero cada vez más siempre, empezando por asuntos baladíes y pasando a asuntos más importantes, empezando por asuntos puramente materiales y yendo a todos los aspectos del espíritu y moral de la humanidad, se nos propondrán diversos remedios que sirvan para la confgraternización de la humanidad y la destrucción de los muros entre las razas -cuando todo esto podamos considerar, aceptar o no aceptar, pero nunca debemos desechar ciegamente sin considerarlo previamente-. Porque todo lo que sirva para el hermanamiento de las razas y para destruir los muros del odio entre los pueblos -si pertenece a la vida interior de la gente- pertenece a la bandera verde.

¡Queridos amigos! Os he explicado qué es lo que -según mi opinión- debe ser el objetivo de nuestros congresos. Mientras que cada esperantista particular puede contentarse con utilizar la lengua Esperanto, nuestros congresos -según mi opinión- deben trabajar no sólo por la lengua, sino también por la idea interna del esperantismo. Repito que lo todo esto es mi opinión privada, que yo quiero en absoluto proponer como programa oficial de ninguna clase para nuestros congresos. Nuestro congreso debe ser un simple congreso de esperantistas, y, siempre que nuestro programa esté preparado según las normas del congreso, debe seguir totalmente libre y conformarse siempre a las opiniones y deseos de la mayoría de los congresistas. Pero tanto si aprobáis mi opinión como si no, si queréis trabajar según los postulados de la bandera verde como sino -no dudo que en la profundidad de vuestros corazones todos sentís la bandera verde, todos vosotros sentís que es algo más que un mero signo de una lengua. Y cuanto más participéis en nuestros congresos anuales, tanto más os hermanaréis y tanto más los principios de la bandera verde penetrarán en vuestro ánimo-. Muchas personas se adhieren al esperantismo por una sencilla apetencia de saber, por deporte, o quizá incluso pro un deseado beneficio; pero desde el momento en que hacen la primera visita al País del Esperanto, incluso a su pesar siempre se meten y someten a las leyes de este país. Poco a poco el País del Esperanto se convertirá en la escuela de la futura humanidad interfraterna, y en esto consisten los más importantes méritos de nuestros congresos.

¡Vivid el Esperanto, pero ante todo vivid la finalidad y la idea interna del esperantismo, vivid la fraternidad de los pueblos, vivid todo lo que rompa los muros entre las gentes, vivid, haced crecer y florecer la bandera verde!

Cambridge, a 12 de agosto de 1907

L.L. Zamenhof

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