El Esperanto es una lengua común a todos, no la que impone una potencia económica. Aprender Esperanto no supone ningún tipo de sometimiento. Pero sobre todo supone economía de tiempo y esfuerzo. La lengua que de hecho se está utilizando en la comunicación internacional, el inglés, es la rueda cuadrada. Es un escándalo que se siga intentando enseñar el inglés como lengua internacional a pesar del enorme fracaso que suponen los resultados obtenidos en relación con el tiempo empleado y los dineros invertidos. En España, por ejemplo, el inglés comenzó a estudiarse en el bachillerado; al resultar insuficiente, se amplió a la primaria; después a la universidad. El Esperanto, y está suficientemente demostrado, se enseña durante tres años, por ejemplo de los doce a los quince años, y ya está. Ya no roba más tiempo para dedicar a otras cosas.
Por supuesto que es una lengua artificial. Pero en el hombre lo natural es lo artificial. Y quien renuncie a lo artificial, que se vuelva a la selva. En cuanto a las resistencias, del sistema de numeración actual se comenzó a tener noticia en el siglo VIII y Europa sólo lo aceptó plenamente en el XVI. Más recientemente, Inglaterra acaba de incorporarse al sistema métrico decimal por que ha sido forzada por Maastricht. No hablemos de dificultades cuando se trata de alcanzar metas que valen la pena. En la lucha a favor del Esperanto hay un componente utópico, el mismo que alienta a los que intentan en Japón que no siga sucediendo que los japoneses ciegos aprendan a leer antes que los videntes porque el sistema Braille es mucho más racional que su escritura tradicional.
No hemos tenido la suerte de tener un Cervantes esperantista, pero la traducción al Esperanto, pongamos por caso, de La tempestad, de Shakespeare o la de Las flores del mal de Baudelaire son mucho mejores que algunas españolas. No es la lengua la que produce buena literatura, sino los buenos literatos en cualquier lengua.
La primera noticia que se tiene del conflicto lingüístico es un pergamino egipcio que dice es bueno que haya muchas lenguas; es malo que haya muchas lenguas. El aprendizaje de las lenguas se deber hacer atendiendo a varios niveles. El primer nivel lo ocupa la o o las lenguas necesarias: el castellano, castellano y catalán o castellano y gallego. El segundo lugar, yo quiero ser ciudadano del mundo y para ello quiero una lengua fácil. Si hubiese una píldora que me diese el don de lenguas o un ordenador que me hiciese la traducción simultánea, mando a paseo el Esperanto. Pero, hoy por hoy, el Esperanto es sin duda la mejor opción. Es la obra de un lingüista genial, sus categorías gramaticales se captan de inmediato, según atestiguan investigaciones universitarias y según he podido comprobar yo mismo con mis propios hijos. Yo les hablo en Esperanto y mi mujer en castellano. Antes de ir a la escuela, su fluidez en Esperanto supera con mucho la adquirida en castellano. En tercer lugar, una vez logrados los dos niveles anteriores, que cada cual aprenda cuantas lenguas que quiera y les dedique el tiempo que le parezca bien.
En Europa está en estudio, generosísimamente financiado por la Unión, el sistema EUROTRA (Euro Translation) para lograr sistemas de traducción automática. Más modestamente, una compañía holandesa está probando un sistema que consiste en suministrar a un ordenador documentos en Esperanto traducidos por hombres. La máquina proporciona la traducción a cualquier otro idioma a partir de ese documento base. En el futuro puede llegar a darse la paradoja de que los enemigos del Esperanto compren un ordenador que tiene al Esperanto en sus tripas como base de funcionamiento. Pero cuando se solicitan informes acerca de la idoneidad del Esperanto, se suelen pedir a los traductores, que obviamente no tienen ningún interés en su implantación.
En nuestro país calculamos entre 12000 y 15000, y en todo el mundo, según la UNESCO, entre 3 y 12 millones, aunque me parece esta última cifra demasiado optimista. Para iniciarse en nuestra lengua se puede llamar al teléfono 91 446 80 79. A través de Internet, uea@inter.nl.net o jesuo@distrito.com.
Entrevista: Bernar Freiria
Foto: Pedro Martínez